Por: JC | Opinión
No pretendo defender a nadie, y mucho menos a Francisco Convit. Sin embargo, considero que el momento es oportuno para exponer algunas verdades en medio de tantos jalabolas de Maduro, oportunistas vividores y mitómanos profesionales que pululan en las altas esferas del poder.
El origen de esta trama no es otro que la cruda rivalidad entre dos grupos de contratistas de Pdvsa, ambos afectos al régimen de Nicolás Maduro. El primer bando está liderado por el hampón de Omar Enrique, quien se rodea de una plaga de maracuchos, entre ellos familiares de Antonio Meleán, que le pagan tributo directo a Nicolás Maduro Guerra. El segundo grupo, compuesto por caraqueños, gravita en torno a figuras como Granko Arteaga, Eduardo Capriles y “El Potro” Álvarez. Estos últimos rinden tributo a los sobrinos de Cilia Flores y se identifican más con la línea de Delcy Rodríguez.
Es bien sabido que los maracuchos arreglan todo a golpes y en pandilla. Su *modus operandi* es claro: cuando les avisan que algún adversario se encuentra en un sitio público, especialmente si está con su familia, se aparecen en manada y atacan en un estilo “piraña” que los caracteriza.
El fin de semana del 14 de febrero de 2025, durante un torneo de pádel en Caracas, se desató el infierno. Días antes, ya se habían cruzado con Francisco Convit Guruceaga en un gimnasio de la ciudad y lo habían insultado. Ese día, en plena definición de los ganadores del torneo, uno de los maracuchos, un bocón “trimardito”, lo esperaba en la salida con claras intenciones de buscarle pelea.
Convit, aplicando el viejo adagio de que “el que pega primero, pega dos veces”, se les adelantó y lo golpeó ante el reto evidente. Inmediatamente, el escolta del maracucho intervino en defensa de su amo, pero Francisco Convit Guruceaga también le propinó su “dosis de patria”. Cuando el escolta cayó de espaldas, estuvo a punto de desenfundar una pistola de alto calibre, una punto 40. Viendo la amenaza, Convit lo pateó en el suelo y le advirtió que si llegaba a usar el arma, se aseguraría de que terminara preso. Lo que siguió fue una gran tángana, una pelea grupal entre los “trimarditos” -así se llaman algunos maracuchos por cariño- y los enchufados caraqueños. La pregunta que queda en el aire es: ¿por qué un escolta estaba armado dentro de un recinto deportivo?
Fue entonces cuando el sapo y “trimardito” de Omar Enrique llamó directamente al presidente Nicolás Maduro para contarle su versión del chisme. Este, sin mediar investigación, ordenó la detención inmediata de Convit, quien fue confinado a una celda en la sede del SEBIN en el Helicoide, como si se tratara de un castigo en un liceo militar. Pocos días después, un grupo “especial” de funcionarios allanó la casa de Convit y, sin más, la saquearon.
No era la primera vez que este “grupo de tareas”, conformado por un selecto grupo de funcionarios de la GNB, PNB, SEBIN y DGCIM, asaltaba la casa de algún “enchufado”. A principios de año tenían azotados a los comerciantes hijos de sirios y libaneses, quienes suelen mantener grandes cantidades de efectivo y oro en sus casas. Inexplicablemente, el fiscal general, Tarek William Saab, no actuó con la firmeza que se esperaba y pareció olvidar su propia ascendencia drusa. No protegió a su propia gente. Guardó un silencio cómplice.
Adicionalmente, en el caso de Convit, supuestamente habrían encontrado pruebas de actividades que molestaron a Nicolás Maduro. A partir de ahí, crearon una matriz de opinión donde acusaban a Convit de traidor y delator, implicándolo en la trama del robo, comercialización de crudo venezolano y desaparición de tanqueros petroleros.
¿Qué terminó sucediendo con Convit? Quizás no tuvo otra opción. Se convirtió en la “puta del pueblo” en las oficinas del SEBIN, en el cajero automático de unos comisarios. Fue así que terminó fugándose. Estaba condenado a muerte por delitos que sus propios aliados pretendían atribuirle. Para colmo, Alejandro Betancourt se sumó a la conjura, motivado por lo que parece ser una venganza personal.
En esta historia, el periodista César Batiz también ha jugado un importante papel en la destrucción civil y moral de Convit. Pero hoy mismo obtendrán respuestas a sus dudas. Y a ti, Granko, te digo: yo pensaba que eras un varón, que tenías códigos.
El domingo que acaba de pasar estaba hipercansado, agotado de tanto luchar. Me puse a escuchar la entrevista que Iván Ballesteros le hacía a su invitado “Mazinger” y me di cuenta de que no soy el único que aún enfrenta “molinos de viento”. Me motivó percatarme de que no estamos solos.
Y retomando el tema petrolero, para iluminar el camino del colega Batiz: el fiscal general, Tarek William Saab, ante su inacción, pareciera ser quien está ocultando y protegiendo a los verdaderos responsables y ladrones impunes. La lista empieza por Jean Karin López Ruiz, quien fue su mano derecha en la investigación PDVSA-Cripto, y continúa con el estafador internacional Marios Iliopoulos, el abogado zuliano César Enrique Calzadilla Iriarte, los hermanos Majed y Khaled Khalil Majzoub, Ángelos Mitropoulos, Anna Tzelepi, Iuri Cavasini, Erik Roveta, Alessandro Bazzoni, el mexicano Joaquín Leal Jiménez (socio y cómplice de Alex Saab), José Luis Chávez Calva, Rodrigo Güereña Bobadilla, Jorge Germán Bonelli y Francisco D’Agostino Casado, cuñado de Henry Ramos Allup.
Exfiscal Jean Karin López
Exfiscal Jean Karin López
Esposa del exfiscal Jean Karin López
Francisco D’Agostino
Erik Roveta y Alessandro Bazzoni
Majed y Khaled Khalil Majzoub
Iuri Cavasini
Las pruebas están en mis manos. Yo sí hago mi trabajo de periodista. Ya las iré mostrando.
La clase de ética periodística es cortesía de la casa.