
Anunció, en un mensaje que publicó en un red social, que la Armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica permanecería rodeando al territorio venezolano hasta que se le devolvieran a los Estados Unidos los recursos señalados como robados.
También declaró que había designado al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela como «ORGANIZACIÓN TERRORISTA EXTRANJERA».
Redacción: La Tabla/Plataforma de Periodismo de Datos 16 DIC 2025

El expresidente Trump acusó a Venezuela de haber «robado» petróleo, tierras y activos de EE.UU., exigiendo su devolución «inmediata». Esta narrativa, presentada como casus belli, no se refiere a un hecho delictivo real, sino a los históricos procesos de nacionalización de recursos, un derecho soberano reconocido por el derecho internacional.
Al equipasar los intereses de empresas estadounidenses con propiedad nacional «robada», Trump construye una justificación retórica extrema para acciones de máxima presión (como un bloqueo naval total). Su objetivo es redefinir el conflicto: no es una disputa geopolítica, sino una lucha contra una «organización terrorista» que ha sustraído bienes estadounidenses.
La acusación, particularmente la de «tierras robadas» sin base histórica alguna, revela una visión mercantilista y colonial de las relaciones internacionales, donde la soberanía de otro país sobre sus recursos es negada. La noticia no es la amenaza del bloqueo, sino este salto discursivo que busca legitimar una escalada sin precedentes contra Venezuela.
Análisis Periodístico: Trump afirma que Venezuela «robó» petróleo y tierras de EE.UU.,
En una declaración pública cargada de retórica y afirmaciones extraordinarias, el expresidente Donald J. Trump alegó que el gobierno de Venezuela le había «robado» petróleo, tierras y otros activos a los Estados Unidos, una acusación que, tomada literalmente, carece de fundamento en el derecho internacional y la historia diplomática entre ambas naciones.
El núcleo de la declaración de Trump radica en la frase: «[Venezuela debe] devolver a los Estados Unidos… todo el Petróleo, Tierra y otros Activos que anteriormente nos robaron». Esta narrativa de «robo» no se refiere a una incursión militar venezolana en territorio estadounidense, algo que nunca ha ocurrido.
Analistas y expertos en relaciones internacionales interpretan esta acusación como una referencia a los procesos de nacionalización de la industria petrolera venezolana, particularmente los llevados a cabo en el pasado, que afectaron los intereses de corporaciones multinacionales, incluidas algunas estadounidenses.
· Contexto Histórico: Venezuela, como nación soberana, ha ejercido históricamente el control sobre sus recursos naturales. La nacionalización del petróleo en la década de 1970 bajo la ley de 1975, y los posteriores cambios en los términos de los contratos con compañías extranjeras durante los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, son actos de política económica y soberanía nacional.
En el derecho internacional, un estado tiene el derecho soberano a controlar sus propios recursos.
· Narrativa de «Activos Robados»: La postura de Trump equipara los intereses de empresas privadas estadounidenses (cuyos activos fueron compensados o sujetos a disputas legales) con propiedad del gobierno o del «pueblo» de los Estados Unidos. Esta es una amplificación retórica extrema que construye un casus belli (motivo de guerra) al presentar a Venezuela no como un rival geopolítico o un gobierno adversario, sino como un ladrón que ha sustraído propiedad nacional estadounidense.
El foco de la noticia, por tanto, no es la orden de un «bloqueo total» (una medida extrema que tendría enormes consecuencias legales y globales), sino la construcción de un relato justificativo para cualquier acción futura.
1. Personalización del conflicto: Al hablar de «nuestro petróleo» y «nuestra tierra», Trump traslada una disputa compleja de política exterior e intereses corporativos a un plano emocional de agresión personal contra la nación estadounidense.
2. Criminalización total: Al designar al gobierno venezolano como una «Organización Terrorista Extranjera» y vincularlo directamente con el «robo» de activos, la declaración busca eliminar cualquier matiz diplomático, presentando la situación como una lucha binaria entre Estados Unidos y una entidad criminal.
3. Base para acciones: Este lenguaje proporciona la justificación pública para medidas de máxima presión, como el bloqueo mencionado, sanciones adicionales o apoyo a acciones desestabilizadoras, al enmarcarlas como la «recuperación de lo robado» y la lucha contra el «terrorismo», en lugar de una mera presión política por un cambio de régimen.
La afirmación de que Venezuela posee «tierras» robadas a EE.UU. es particularmente insólita y no corresponde a ningún conflicto territorial histórico entre los dos países. La acusación general refleja una visión mercantilista y patrimonialista de las relaciones internacionales, donde la soberanía de otro país sobre sus recursos es negada si colisiona con intereses económicos percibidos como estadounidenses.
La declaración representa una escalada verbal significativa que desdibuja la línea entre la retórica política y los principios establecidos del derecho internacional que reconocen la soberanía permanente de los estados sobre sus recursos naturales.
En resumen, la noticia no es el bloqueo (una amenaga ya esbozada en el pasado), sino la extraordinaria narrativa de legitimación empleada por Trump: la transformación de disputas históricas sobre nacionalizaciones y sanciones en una acusación directa de robo de propiedad nacional estadounidense, un relato que busca resetear los términos del conflicto y preparar el terreno para acciones de una dureza sin precedentes.

