
#ModoEditorial La Tabla/Plataforma de Periodismo de Datos 22 DIC 2025
En los últimos años, los sectores hegemónicos de la oposición venezolana han reiterado una convicción que no admite matices: el fin del gobierno de Nicolás Maduro no depende de dinámicas internas ni de procesos formales, sino de la intervención militar de Estados Unidos.
Esa certeza ha sido expresada de manera oficial y repetida por su principal portavoz, María Corina Machado, quien ha convertido la expectativa de una agresión externa en el eje de su estrategia política.
Por su parte, el presidente estadounidense Donald Trump ha precisado con claridad los términos de esa intervención. No se trata de un gesto altruista ni de una cruzada por la democracia, sino de un cálculo energético.
Trump ha vinculado la agresión militar y el bloqueo naval a la devolución de activos petroleros que, en el marco de la apertura de los años noventa, habían sido adquiridos por ExxonMobil y ConocoPhillips.
Hasta que Venezuela no “devuelva” esos campos y contratos, ha advertido, no suspenderá la incautación de tanqueros ni la presión militar. El petróleo, más que la política, es el verdadero motor de la ecuación.
Machado, en coherencia con esa lógica, ha expuesto en múltiples escenarios —incluido CERAWeek 2025— su intención de abrir un proceso express de privatización de todos los activos petroleros del país.
Su propuesta es convertir a Venezuela en el hub energético de la región, entregando a corporaciones internacionales el control de un sector que históricamente ha sido columna vertebral de la soberanía nacional.
La promesa de privatización se presenta como complemento indispensable de la intervención militar.

La ecuación es simple y brutal: 1+3=2.
– (1) La convicción de que solo la agresión militar estadounidense puede “liquidar” al chavismo.
– (3) El compromiso con la privatización acelerada del sector petrolero.
– Resultado (2): la devolución de los activos y campos a las compañías estadounidenses, bajo la tutela del mandatario que define la agenda energética de Washington.
El desenlace esperado no es, entonces, la democratización de Venezuela, sino la restauración de un esquema de saqueo petrolero disfrazado de transición política. La oposición hegemónica ha subordinado el futuro del país a los intereses corporativos de Estados Unidos, reduciendo la política nacional a una transacción energética.
La ecuación revela un patrón de dependencia y entrega: el petróleo como moneda de cambio, la soberanía como sacrificio, y la democracia como pretexto.
Al final de la cuenta la ecuación propuesta por esa oposición tendrá (otra vez) como resultado cero (0).

