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Petro y Uribe, en la apuesta electoral – Por Juan Carlos Buitrago Arias

Tengo la absoluta convicción de que Petro no es Maduro y de que Uribe no es un Fascista. También, de que Petro no es un líder internacional del narcotráfico, como tampoco lo es Uribe. Pero no hay duda, Petro, al que no le importan los principios y ha normalizado la ilegalidad, es el gran culpable de señalizar, facilitar y habilitar el camino que nos conduce al régimen venezolano y al grave deterioro que afrontamos en la lucha contra el narcotráfico, la criminalidad y la violencia. Hoy, puedo afirmar que el pasado fue mejor.

Descalificaciones exageradas, cargadas de cálculo electoral son alimento para el caudillismo, distraen la justicia y cierra filas a favor de dirigentes mediocres y altamente cuestionados. Petro y Uribe, representan el mal y el bien respectivamente, movilizan una población fragmentada y polarizada entre quienes añoran la Política de Seguridad Democrática y los seguidores del fallido proyecto del Pacto Histórico. Todos, absolutamente todos los dirigentes políticos que ayudaron a elegir semejante esperpento de gobierno, deberían ser castigados ejemplarmente por el electorado en los próximos comicios.

Hay quienes afirman que Petro y Uribe se parecen. No lo creo, si es así, será únicamente por la ley del magnetismo. Ambos, con orígenes claramente diferentes y principios totalmente divergentes, representan ideologías y valores de nación, diametralmente opuestos.

En su paso por el Congreso, Petro y Uribe fueron reconocidos por una brillante gestión. El carácter, la narrativa, la fuerza de sus argumentos y la elocuencia de sus disertaciones, afianzaron la confianza y liderazgo en sus colectividades políticas, militantes y admiradores. Pero no cabe duda, hoy como Presidente de los colombianos, Petro exacerbó su máxima expresión discursiva, develando malos hábitos, transmitiendo mal ejemplo, y demostrando que sus narrativas, son meras fantasías, llenas de  vanidad y egocentrismo, muy alejadas de la verdad.

Ambos, en su ejercicio como Ejecutivos de la nación, muestran estilos y resultados abismalmente diferenciados. Petro un fracaso irrefutable coló Administrador, Uribe un reconocido y efectivo estadista, orientado siempre a logros categóricos, lo que le ha permitido, después de 15 años, gozar de más vigencia que nunca convirtiéndose en un unicornio entre algunos pésimos y cuestionados expresidentes.

Petro desconoce la estructura y funcionalidad del Estado, Uribe demostró ser un gran visionario

Petro desconoce la estructura y funcionalidad del Estado, Uribe demostró ser un gran visionario, gerente y un comprometido microgerente. Fue el alumno aventajado de los servidores públicos y siempre anduvo a la vanguardia de la tropa y de los problemas, sin retóricas y soluciones pragmáticas. Centenares de Consejos Comunales, de Ministros y de alocuciones Presidenciales develaron el talante de ambos, el esfuerzo no es mayor para descifrarlo: mientras en los de Uribe se construía colectivamente, se tomaban decisiones y se cumplían las órdenes, en los de Petro se divaga, se victimiza, le incumplen, se destruyen arbitraria y recíprocamente, se acusan de delitos y no hay conducción estratégica de Gobierno. Pareciera además que el presidente fuera el principal enemigo de su gabinete, de ahí la pésima imagen ubicada en 34%.

En la recta que sigue, Petro y Uribe serán los grandes electores. No habrá espacio para terceras vías o centros disfrazados de Frente Amplio, que no será otra cosa que la estrategia para enmascarar al Pacto Histórico, a los herederos de las Farc y del M-19.

La buena noticia es que se abona con ánimo e inteligencia, el terreno para una consulta interpartidista de la oposición, la que se convertirá en el más importante desafío para la reconstrucción del país. Pero ojo, el escenario podría ser muy adverso, si el elegido es un candidato “marketinero”, que propone medidas de choque claramente irrealizables e inconstitucionales, y que cautiva incautos con mera palabrería digital y extravagancia visual y cuyas relaciones no se ajustan a la ética. Alternativas de esta pelambre, patentarían al Pacto Histórico en el poder.

De otro lado, Colombia no está en condiciones de normalidad, como para elegir un candidato de consenso nacional. La Unión Nacional en historia actual de nuestro país, es una falacia. Se requiere a un(a) presidente(a) con sobrado carácter y firmeza, con conocimiento y experiencia en seguridad, defensa nacional, economía y diplomacia, que recupere el principio de autoridad, la tranquilidad, la confianza inversionista, las relaciones internacionales y la armonía y efectividad de la justicia. En suma, que retome el gran legado de la Política de Seguridad Democrática, sin falsos positivos. Que someta y coloque entre las rejas, a corruptos, terroristas, narcotraficantes y a quienes ejerzan  la protesta violenta y criminal.

No más discursos, sofismas y narrativas, en el sentido de que el país va por buen camino, y que el uso de la fuerza y la firme aplicación de la ley, conlleva más violencia y que será regresar al pasado. Tampoco nos creamos el cuento, de que la firma de La Habana acabó con los males de la nación; claro desactivó un reducto significativo de violentos, que siguen en la impunidad y gozando de las mieles del poder. Las oportunidades de sometimiento a la justicia, diálogo y paz no pueden ser perennes, por lo que llegó el momento de privilegiar nuevamente la autoridad integral, combativa y con inteligencia, contra los criminales y violentos. Es la fórmula para resarcir el daño hecho del que muchos tenemos parte de responsabilidad.

En definitiva, los colombianos, deben apostarle a la más grande unidad interpartidista que haya existido. El gran desafío es confrontar al Frente Amplio que escurridizamente se afina para perpetuar al Pacto Histórico en el poder.

Colombia está en crisis y reclama a un gobernante que no negocie los principios. Que sea elegido con amplia legitimidad. Reconocido por su honestidad, visión estratégica y experiencia práctica enfrentar un  Estado en emergencia, con el liderazgo acertado para que reencauce la nación y derrote la hidra de mil cabezas que está bien incrustada en el ADN de la institucionalidad.

Fuente

La artillería de la libertad del periodista Gonzalo Guillen llega a las librerías de Colombia


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