“No es casualidad. Es un acuerdo político-económico que beneficia a ambas partes. La FIFA se asegura un salvavidas de última hora y Arabia Saudí aumenta su influencia en el fútbol mundial”, apunta Elsborg. “Para Florentino Pérez, Arabia Saudí está haciendo un bien global con partidos gratis y patrocinios. Pero como economista lo primero que te enseñan es que no hay nada gratis“, defiende el profesor del deporte de la Universidad de Leeds, Simon Chadwick.
“No hay nada gratis”
“Esto es Arabia Saudí ejerciendo poder y tratando de ganar control para que la gente tenga una relación más sana con ellos. Muchos dirán que el país aspira a limpiar su imagen, pero es muy simple dejarlo en eso. Lo que quieren es modificar la hegemonía y la narrativa de Estado ineficiente y problemático a nación fuerte, económicamente y atractiva para el mundo. Quieren un cambio fundamental en su economía“, cuenta Chadwick.
Y es que Arabia Saudí no solo posibilitó el pudiente acuerdo de los derechos televisivos cuando el interés por el Mundial de Clubes en Estados Unidos era bajo, sino que además también se convirtió en patrocinador principal de Mundial de Clubes. El pasado 5 de junio, el PIF se convirtió en socio principal del torneo, al nivel de marcas como Coca‑Cola, Visa o Adidas, y fortaleció su alianza estratégica con la FIFA. De este modo, el fondo soberano de Arabia Saudí se garantizó su presencia en los estadios, con publicidad en vallas y gradas, las retransmisiones, el marketing digital de la FIFA y los derechos comerciales internacionales.
“El patrocinio de PIF es una muestra del interés creciente del mundo árabe por tener un papel central en el mundo global”, anunció el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Por su parte, el PIF publicó “esta alianza refuerza nuestro compromiso con el deporte internacional y nuestra visión de conectar a personas y comunidades a través del fútbol”.
La apuesta por el deporte de Arabia Saudí
El gobierno saudí se unió oficialmente a la FIFA, que ya contaba con el respaldo económico de ARAMCO, la petrolera estatal saudí y patrocinador principal de la FIFA con un contrato récord de 100 millones de euros anuales. En 2016, el régimen de Arabia Saudí lanzó el proyecto nacional Vision 2030 con el objetivo de “aumentar el sector privado saudí para crear una sociedad dinámica, establecer una economía próspera gracias a la diversificación e invertir para que Arabia Saudí pueda competir y comerciar a nivel global. Una transformación económica única y un proyecto de reforma social que abrirá Arabia Saudí al mundo”, explicó el gobierno.
“Lo que ha hecho Arabia Saudí en los últimos años es invertir comercialmente en activos económicos inmaduros que tienen un impacto global. Y eso es precisamente lo que es este Mundial de la FIFA. El torneo es un activo comercial que tiene que desarrollarse y que, a su vez, ya posee una huella mundial“, sostiene el profesor del deporte de la Universidad de Leeds, Simon Chadwick.
“Arabia Saudí ha realizado una apuesta económica donde buscar valor a largo plazo y crear oportunidades para la promoción de las organizaciones y marcas del país. Quieren diversificar su economía de petróleo y gas. Mohammed bin Salmán aspira a que el deporte contribuya el 3% del PIB. Por eso tratan de generar activos que les reporten un retorno económico a largo plazo y que les ayude a desarrollar un ecosistema deportivo saudí, tejiendo patrocinios, desarrollando agencias específicas, consultoras y hasta competencia en los derechos audiovisuales”, remata el académico, quien participó como director de investigación en la organización del Mundial de Qatar 2022.
Lo que gana el país del Golfo
“Este acuerdo es un ejemplo clásico de cómo la gobernanza deportiva se aleja de la rendición de cuentas democráticas. Cuando el fútbol mundial depende de acuerdos entre empresas de streaming y fondos soberanos, perdemos de vista quién dirige realmente el deporte y en beneficio de quién. La negativa de la FIFA a revelar todos los detalles, sumada a la creciente presencia del capital de países autoritarios, crea un vacío de gobernanza“, defiende Elsborg.
¿Pero qué gana Arabia Saudí con esta fuerte inversión? “Es una cuestión de hegemonía, control y poder. De quién ejerce la influencia global en el deporte. Históricamente, esto lo ha hecho Europa. La sede de la FIFA está en Europa y sus presidentes han sido mayoritariamente europeos, aunque en los últimos 40 años la influencia de Estados Unidos en cuanto a patrocinios, relaciones comerciales y modelo de derechos televisivos ha crecido”, señala Chadwick.
Gianni Infantino estrecha sus lazos con Arabia Saudí. (EFE/Ali Haider)
“Ahora tenemos a los Estados del Golfo tratando de adquirir ese poder y en especial, a Arabia Saudí. Esto tiene consecuencias como la contribución en la legitimidad del régimen de Arabia Saudí y el soft power. Quieren cambiar la hegemonía y la narrativa y por eso han financiado el Mundial de Clubes de la FIFA. También han identificado una oportunidad en el deporte asiático para ser los referentes y que su economía crezca a través del deporte”, apunta Chadwick, quien trabajó durante más de 20 años con la UEFA.
¿Un punto de inflexión?
“Sin duda, parece un punto de inflexión. El Mundial de Clubes, tal como se inaugura ahora, no surgió de la demanda de la afición ni de la necesidad deportiva. Es un proyecto vertical, altamente politizado, creado para servir al poder y al lucro. Infantino, literalmente, grabó su nombre en el trofeo”, remarca el experto en gobernanza y ética deportiva.
“Necesitamos mecanismos de supervisión mucho más sólidos y no pueden ser internos de la FIFA. Quizás la FIFA debería adoptar una política de inversión ética, que incluya la debida diligencia en materia de derechos humanos para todos sus socios comerciales y no permitir que empresas y fondos estatales participen económicamente de forma tan significativa en el deporte. Y, en general, debe haber una mayor independencia global“, remata Elsborg.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en La Casa Blanca. (EFE/Ken Cedeno)
“El poder no es solo de los Estados, también de las televisiones a las que les compran esos derechos televisivos. La FIFA tiene un problema y es que, cuando dependes tanto de la otra parte en una relación de poder, lleva a un desequilibrio que luego resulta en decisiones guiadas y tomadas en función del interés propio. Arabia Saudí decidió que el Mundial de Clubes fuese gratis y así decretó lo que podía y no podía ver la gente y cómo lo debía consumir. Eso es poder”, cuenta Chadwick.
¿El Mundial de Clubes marcará un antes y un después en la estrategia de Arabia Saudí? “Este torneo es de FIFA, pero esto no va a acabar aquí, aunque sea la alianza más exitosa para ellos hasta el momento. Arabia Saudí va a continuar y desarrollar poder en otros deportes, ya sea invirtiendo como hasta ahora o con la creación de propiedad intelectual. Arabia Saudí querría tener su propio torneo, algo que le daría mucho más poder e influencia. Ahí es hacia donde vamos, porque tienen un plan económico y político”, remata el profesor.