El arzobispo de Kinshasa (en la República Democrática del Congo), de 65 años, combina el legado social de Bergoglio con la firmeza doctrinal. Su perfil lo posiciona como candidato de consenso ante un cónclave marcado por polarización y crisis de credibilidad.
Tras el fallecimiento del
Papa Francisco, el cónclave de 2025 enfrenta un desafío histórico: elegir un líder que reconcilie la herencia reformista del pontífice argentino con las demandas de estabilidad doctrinal de sectores conservadores. En este escenario, el nombre del cardenal Fridolin Ambongo Besungu (República Democrática del Congo, 65 años) gana fuerza como la opción que podría satisfacer a ambas alas. Un puente entre dos mundos
Ambongo, franciscano
capuchino y presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), encarna la paradoja de una Iglesia en transición. Por un lado, es heredero directo del proyecto de Francisco: promueve justicia social, denuncia la explotación de recursos en el Congo y defiende a migrantes. Su estilo de vida austero —similar al de Bergoglio— y su cercanía a los pobres le han valido el apodo de «el Francisco africano».
Sin embargo, en temas
morales, Ambongo ha sido voz crítica de las aperturas progresistas. En 2023, lideró el rechazo continental a Fiducia Supplicans, el documento que autoriza bendiciones a parejas homosexuales, argumentando que en África —donde 30 países criminalizan la homosexualidad— esta medida generaría «confusión y persecución». Su postura lo alinea con conservadores globales, pero sin el tono confrontativo de figuras como el cardenal Burke.
Diplomacia en tiempos de guerra cultural
Analistas vaticanos
destacan su habilidad para negociar sin romper la unidad. Durante el Sínodo de la Sinodalidad (2021-2023), apoyó la descentralización de decisiones hacia las conferencias episcopales, pero advirtió contra «innovaciones que dividan». Este equilibrio le permitiría mediar entre sectores polarizados: progresistas europeos que buscan inclusión y tradicionalistas africanos o asiáticos que exigen claridad doctrinal.
Su experiencia en zonas de
conflicto también suma puntos. Como arzobispo de Kinshasa, enfrentó amenazas del gobierno de Kabila y medió en crisis étnicas, demostrando un liderazgo resiliente que el Vaticano necesita ante guerras como la de Gaza o Ucrania.
África: Continente en ascenso, Iglesia en crecimiento
La elección de un papa africano reflejaría el traslado demográfico del catolicismo. Mientras Europa pierde fieles, África aporta el 25% de los católicos globales y el 40% de los seminarios. Ambongo simboliza este cambio: formado en Roma, pero arraigado en las realidades de su continente, donde la Iglesia compite con iglesias evangélicas y tensiones geopolíticas.
Su gestión en el SECAM —impulsando programas contra la pobreza y diálogo interreligioso— muestra una fe conectada a la acción social, clave para mantener relevancia en sociedades jóvenes y desiguales.
Edad y estrategia: ¿Un pontificado de transición?
A sus 65 años, Ambongo ofrece un mandato potencial de 10-15 años, suficiente para consolidar reformas sin generar el desgaste de papados extensos. Su vitalidad contrasta con la imagen de fragilidad que proyectó Francisco en sus últimos años, pero evita los riesgos de un candidato demasiado joven e inexperto.
Riesgos y desafíos
Criticado por su ambigüedad calculada, algunos temen que su pontificado postergue decisiones urgentes, como la inclusión de mujeres en cargos de gobierno o la reforma financiera vaticana. Además, su enfoque en la autonomía regional podría debilitar la autoridad central, profundizando fracturas.
Conclusión: En un cónclave donde ningun factor tiene mayoría absoluta, Fridolin Ambongo Besungu emerge no como un revolucionario, sino como un artífice de consensos. Su papado prometería continuidad en la opción por los pobres, freno a cambios morales disruptivos y una diplomacia capaz de navegar las tormentas del siglo XXI. La pregunta es si su equilibrio será suficiente para una Iglesia que clama tanto por esperanza como por certezas.