La reciente desaparición física de Mario Vargas Llosa me llevó a releer algunas de sus novelas. Comencé con Historia de Mayta, seguí con La ciudad y los perros y luego con Pantaleón y las visitadoras. No seguí ningún orden cronológico, sino emocional, según el impacto que esas lecturas me causaron en su momento. Fue entonces cuando recordé aquel famoso incidente entre Vargas Llosa y Gabriel García Márquez: una riña por un “problema de faldas” —o mejor dicho, de putas— que terminó con Gabo luciendo un ojo morado.
Ese recuerdo me llevó también a releer Memoria de mis putas tristes, obra garciamarquiana que, como muchas de sus historias, contiene matices autobiográficos. En ella, un periodista decide regalarse una jovencita virgen por su cumpleaños número noventa. Toda su vida ha estado rodeado de prostitutas, pero es con esa muchacha con quien descubre —tarde, pero profundamente— el verdadero significado del amor.
Pero como todos somos víctimas de nuestra propia memoria, no pude evitar que me invadiera el morbo al recordar otro episodio que, aunque no literario, sí fue escandaloso: las imágenes eróticas de la exgobernadora del estado Táchira, Laidy Gómez, supuestamente sustraídas del teléfono del pequeño Waldo Rujano, y que fueron difundidas por Gisela Garófalo y su hija, Andrea Rujano. Empapelaron medio San Cristóbal con esas fotos, cual cabareteras de la peor calaña.
A pesar de lo poco agraciado de Waldo —un ser humano que se parece sorprendentemente a Gollum, el personaje siniestro de El Señor de los Anillos— debe tener algún encanto oculto. No sólo conquistó a Laidy, sino que además la dejó embarazada… aunque jamás reconoció a la hija que tuvo con ella.
Las redes sociales se convirtieron en el campo de batalla ideal para Gisela y Andrea, desde donde lanzaron insultos, acusaciones y hasta calificativos como “quita maridos” y “extorsionadora” dirigidos a la Gómez. Lo de la extorsión, por cierto, parece ser una práctica recurrente en la familia, usada como herramienta para desacreditar a quienes no están en su línea.
En 2016, Rujano fue señalado de difundir fotos íntimas de Gómez, en medio de un escándalo mediático que también incluía conversaciones privadas y supuestos acosos a su entonces esposa, Gisela Garófalo. Pese a lo grave de las acusaciones, ninguna autoridad se pronunció sobre los posibles delitos cometidos.
Y ahora, para más confusión, Rujano aparece en una entrevista publicada hace apenas unos días, alabando la gestión del actual gobernador Freddy Bernal, archienemigo político de Laidy, quien incluso llegó a expropiarle un apartamento. ¿Ese es el mismo Rujano? Parece que sí.
Tal vez por eso afirmo que Waldo también tiene su propia Memoria de sus putas tristes. Estos derechistas gochos viven vidas íntimas repugnantes y llenas de contradicciones, pero no se pierden una misa. De Vicente —el hijo— prefiero no comentar, porque viendo ese ejemplo paterno, hasta puedo comprender algunas de sus conductas. Es probable que sea otra víctima de Waldo, quien no solo se parece físicamente a Gollum, sino que parece sufrir la misma patología:
“El comportamiento de Gollum a lo largo de El Señor de los Anillos sugiere que padecía un trastorno esquizoide de la personalidad, caracterizado por el desapego emocional y la falta de interés en las relaciones sociales.”
Pero para cerrar con un toque literario y no parecer egoísta, les dejo el contexto real del famoso puñetazo entre los dos gigantes del Boom Latinoamericano:
El origen del golpe se fraguó en la mítica sala Bocaccio de Barcelona, en 1975. Patricia Llosa, prima y esposa de Mario Vargas Llosa, acababa de romper con él tras enterarse de su relación con la modelo peruana Susana Diez Canseco. La historia comenzó durante un viaje en barco de regreso a Lima, tras cuatro años viviendo en la ciudad condal. El Gabo, quizás por solidaridad, quizás por imprudencia, terminó recibiendo el puño del Nobel peruano. Y desde entonces, nunca más se dirigieron la palabra.
Denuncias contra Marta Albiach por extorsión y prácticas fraudulentas en edición de videos